"Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de absoluta oscuridad. Peligro constante. No es seguro volver con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito".
(Ernest Shackleton en los periódicos británicos reclamando voluntarios para una expedición a la Antártida en 1914)

martes, 21 de febrero de 2012

I love Nucky


"No por esperada la primavera deja de ser hermosa" es la versión romántica de esta otra "No por temida la fase naranja deja de ser menos machacante" Si, así es, desde hace ya unas semanas mi hoja de cálculo tiene las celdas de horas de entreno global con fondo naranja holandés, y a punto de pasar al carmesí cardenalicio. Debí haber nacido dentro de 500 millones de años y no ahora, mis motivos son que dentro de quinientos millones de años el día será más largo, pues si, en la época en que reinaban los dinosaurios y en que no existía nada parecido al ser humano, en esa época en que nuestros antecesores eran algo similares a unos hurones (y algunos siguen siéndolo) y por supuesto en la que tampoco existía el triatlón el día duraba veintitrés horas, es decir, los días eran más cortos, esta ralentización del movimiento de rotación terrestre se debe al rozamiento de la atmósfera y las corrientes marinas. Si siguiese así en unos millones de décadas el día duraría unas horas más, lo que me permitiría dedicar algo de ese valioso tiempo a la vida en general.
En lo que a la competición se refiere el carrusel de pruebas de esta primavera está pronto a empezar con el Lighthouse Classic, no se por qué le llaman "Classic" si este es su primer año pero le queda bien. Pues eso, desde el día 3 de marzo y casi cada dos semanas este que les escribe entrará en fase anaeróbica a tutiplén para recuperarme y volver a las andadas. Si es que sufrir es malo pero crea adicción. Nos vemos y por último les recomiendo que vean la serie Boardwalk Empire, acaba de terminar la segunda temporada y aún no me he recuperado tras ver el capítulo final.

sábado, 18 de febrero de 2012

La fusión de dos mundos


Es lo que sentía que ocurría ayer ¡Un triatlón escolar! es decir, coexistir en tiempo y lugar mi trabajo y mi otro trabajo no remunerado. Parecía que me había desayunado unas setas mexicanas alucinógenas con leche en lugar de muesli o gofio. A las diez de la mañana me eché al Atlantico para competir con mis alumnos y mis compañeros de trabajo. Flipaba ¿Cuantas veces en mi vida triatlética podré volver a ver los boxes con todas las bicicletas cuando llego a la T1? ¿Cuantas veces al llegar a la T2 no veré ninguna bici? ¿Cuántas veces al llegar a meta solo veré público? Este era el momento y si bien es verdad que algunos espectadores como Alfonso el municipal me gritaron ¡Abusador! yo les sonreía y les respondía ¡Que entrenen! En realidad la mejor manera de honrar a mis rivales era rendir al máximo. Las apuestas estaban divididas con Paco el profe de Educación Física, excelente atleta pero al que se le notó que últimamente hace de todo menos entrenar. Por otro lado mi vecino-compañero Antoñín que nada como un atún solo hacía el primer sector de su equipo y el cigarro le quita posibilidades así que la incógnita venía de los alumnos, al final me fue bien. Todo magníficamente organizado por los chicos del Ciclo Superior del TAFAD y al frente el calimero Juanma Sánchez. La historia de la carrera empezó con puntualidad británica con Cristina dando el bocinazo y mi gemelo con la contractura fastidiosa al primer paso en la arena. En el primer minuto había dos alumnos delante que empezaron muy rápido y tuve que emplearme a fondo para alcanzarlos antes de la primera boya, después a mantener un ritmo decente porque temía que Antoñín estuviese merodeando y no lo tenía controlado. Salí del agua y el neopreno se resistía. Una vez en la bici la ventaja se me hizo definitiva y al correr no había que forzar mi gemelo derecho que, ya se sabe, hay que mimarlo para que no se rebele. Mañana de triatlón y magnífico ambiente. Mejor imposible.

lunes, 6 de febrero de 2012

Un buen comienzo


No me gusta decir que tenía razón, no quiero ser ventajista pero ¿Qué les dije? Justo lo que pasó, con algunas variantes claro. Para empezar la azafata del ferry nos dijo que nos fuésemos para la parte trasera de la nave, frase esa que solo había oído en películas como La aventura del poseidón o de la otra más reciente Titanic y la verdad yo no tenía vocación de ser Leonardo Di Caprio, ni si quiera por Kate Winslet. Menos mal que me había tomado dos biodraminas (la dosis máxima para un adulto) media hora antes. No resultó, no había terminado de verse la Isla de Lobos y ya estaba echando la pota. Parecía un capítulo de pesca extrema de cangrejos en Discovery channel. El día prometía. Nos bajamos del barco y mi cuerpo siguió bamboleándose un buen rato más, tanto que solo con la adrenalina de los boxes logré espabilar. Ya en la playa la speaker dijo "Chicoossss, hay que ir al pantalán y volver dos vecesss". Por un momento pensé que era broma pero nadie se rió, ni vi que Cándido descorchara una botella de Dom Perignon al oirlo así que tenía que ser verdad. Di dos pasos atrás, pensé que si daban la salida y para evitar golpes me hacía un sudoku en la orilla no me sacarían ni un minuto. Esta batalla iba a ser tablas si o si. Efectivamente nadé con parsimonia, a tres metros de cualquier extremidad humana con respiración controlada, pulsaciones en su sitio y aún así cuando llegué a boxes la alfombra azul parecía el escenario de una asamblea del Club Calima, todos estaban allí. La prisa no me había embargado porque hice una transición digna de un Ironman (en cuanto a tiempo, no de efectividad) tardé una pasada multiplicada por dos. Me subí a la bici y entonces empezó el asunto a coger color. Salí por esa subidita que echaba de menos y pasé por la gasolinera, me sentía bien y fui cogiendo gente, hasta yo estaba sorprendido de lo bien que iba tal y como estaba entrenando últimamente pero la adrenalina es una hormona milagrosa y más cuando ves a calimeros. Uno, dos, tres, cuatro, cinco calimeros alcancé. Flipaba y solo pensaba en no quemarme porque mis glándulas suprarenales no daban a basto. Solo se me ocurrió pensar una vez ¿Y Teo? No lo veía por ningún lado hasta que un instante después le vi la carita de frente, no me lo podía creer, me llevaba una buena ventaja y yo sin ver saber en qué concha me escondió el trilero la bolita. Pues nada, a bregar a ver si lo cogía. Al bajarme de la bici tardé un rato en coordinar bien la zancada y poner un ritmo suficiente para que Rayco no me alcanzara pero insuficiente para trincar al trilero. Nos esperaba la stracciatella.

viernes, 3 de febrero de 2012

Temporal a la vista


Tal vez quise decir temporada en el título de esta entrada pero como los seres humanos nos hemos, desde siempre, obsesionado por controlarlo todo pues nos ha dado por controlar el futuro y nos pasamos todo el día mirando el parte metereológico, con lo chachi que era antes que te cogía desprevenido cualquier cosa y ahora sabes hasta cuando te vas a caer. Yo que creo que no soy un extraterrestre la mayor parte del día me puse a ver el windguru y antes que en la cifra me fijé en el color de las celdas. Ese color rojo bermellón no dice mucho a favor de la placidez del fin de semana en ciernes, de hecho he pensado que es imposible que tal cosa suceda. Me entró una rebeldía al futuro y pensé que no va a ocurrir que nademos entre olas perfectas para Kilauea ni que ¿corramos? el domingo con vientos de 50 km/h (7 por encima de mi límite particular para seguir vertical en la bici) y rachas de casi 80 (Ja ja). No me lo trago. Les diré que va a a pasar, primero cogeremos el barco con algo de viento, estaré a punto de marearme como un pato, iremos a desayunar un bocata de mortadela como los de Bene, nos reiremos un rato, repartiré los carnets a los calimas, nos vestiremos entre mentiras y frases de autoayuda, correremos y de vuelta nos comeremos un helado en Corralejo. Parece una obra de Handel, parece que la has oido antes pero no es así, siempre es distinta.