"Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de absoluta oscuridad. Peligro constante. No es seguro volver con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito".
(Ernest Shackleton en los periódicos británicos reclamando voluntarios para una expedición a la Antártida en 1914)

sábado, 21 de enero de 2012

Planeta Kalima (Capítulo XV: Cadena temporal)


¡Tachán! el sonido metálico de la reja al cerrarse resonaba en su cabeza. No se podía creer Teo lo que le estaba pasando, hace solo unas horas que paseaba con su bici por Betancuria cuando lo detuvo un macrocontrol policial colocado en la plaza de la antigua capital isleña. Lo confundieron con un exboxeador-neurólogo-ventrilocuo-y lo más grave-narcotraficante somalí y por mucho que nuestro joven calimero insistía en el error de los agentes estos no le creyeron cuando les dijo que lo más quinqui que había hecho era haber aparcado en una plaza para minusválidos en el concierto de Shakira. Le mandaron para el Salto del Negro y luego se aclararía eso de que no era el fascineroso africano. Los otros presos apostaban a ver cuánto duraría antes de derrumbarse porque muchos lloraban la primera noche. Teo aguantó. Al día siguiente en el patio les dijo a todos los reclusos que era inocente y los chicos le respondieron que allí nadie era culpable, que sus abogados la habían cagado. Fue en una de esas tertulias de nivel en el patio donde conoció a Juanjo Foulquié, almeriense como Bisbal que no tenía el duende de su paisano. Se hicieron inseparables, sobre todo porque el peninsular conseguía de todo dentro de la cárcel, que si cámaras de válvula larga, cadenas ultegra, barritas energéticas...vamos, de todo. Teo solo le pidió dos cosas, un tronchacadenas y un poster de Cameron Díaz. Entendía el pedido, no se podía vivir sin esas cosas. Pronto Teo se granjeó la amistad de todo el penal porque le arreglaba los móviles que petaban a todo el que se lo pedía. Todos los Blackberry, androids y aifons que casi morían el los revivía como un médico a un infartado de miocardio, esta habilidad no pasó desapercibida para el alcaide que le empezó a pasar algunos de la calle y cobrando veinte eurazos por cacharro. El alcaide se estaba forrando a costa de nuestro héroe. El tiempo pasaba. Una vez, tras unas series a 3:40 el kilómetro llegó sudando a las duchas Teo y se le acercó uno de los cabecillas de la cárcel dándose esta preocupante conversación:
Cabecilla: Hola chaval
Teo: que pasa tio!
C.: Sabes? Yo podría conseguirte isostar y High5 sabor frutas tropicales cuando quieras
T.: Si? Que guay
Mientras el cabecilla le miraba todo el cuerpo añadió ¿Quieres que te enjabone la espalda?
T.: No hace falta, gracias, yo llego hasta el homoplato con el codo
C.: Te lo decía por ser amable pero si no quieres te puedo obligar.. yo consigo todo lo que quiero y ahora o más tarde te voy a enjabonar la espalda, te lo aseguro.
T.: Ahh vale gracias, cuando me haga falta te llamo, eres un puntal.
Terminó su ducha y Teo pensó que le haría falta coraje para evitar que le enjabonaran la espalda más de la cuenta. Eso era territorio virgen.
Pasaba el tiempo tan lentamente que a Teo le daba impresión que desperdiciaba su vida, entonces decidió hacer algo por lo que valiese la pena vivir, se dedicó a enseñarle a un joven recluso las artes del entrenamiento para triatlón. Los progresos del chico eran increíbles y llenaban el alma de Teo. Hasta que el tiempo que empleaba Teo en adiestrar a su Padawan se lo quitaba a eso de liberar móviles lo que hacía menguar los ingresos atípicos del alcaide. La paciencia del jefe del cotarro se agotó y no tardó en prohibir cualquier actividad relacionada con el triatlón dentro del recinto penitenciario, algo totalmente injusto porque se podía jugar al golf y a la bola canaria sin ningún problema, asaderos incluidos. Teo estaba enrabietado y permanecía largas temporadas cabizbajo y sin soltar palabra, un día su colega Juanjo le preguntó qué le pasaba y nuestro héroe le soltó, con la mirada perdida, barba de cuatro días y el pelo sin lavar: "Sabes, me gustaría estar en un sitio tranquilo cerca del mar, donde pudiese tener una casita y dedicarme al bricolaje y ocasionalmente al macramé" Juanjo le respondió: ¿Dónde? el espigado pajarero le espetó: ¿Conoces Tarajalejo? Allí necesitaría a alguien como tu que me lleve los entrenos. Juanjo se quedó preocupado. Esa noche hubo tormenta en la capital y Juanjo se temía lo peor, la actitud depre de Teo le inducían a pensar en que algo malo pasaría. Por la mañana pasaron lista y la celda de Teo estaba vacía. Lo buscaron por todas partes y no estaba, en la piscina, bajo el tartán, entre las bicis relucientes...nada ¿Qué había pasado? Pues que harto de la vida Teo había hecho un agujero en la pared con el tronchacadenas ¿Cuánto crees que se tarda en hacer eso? Yo pensaba que una eternidad pero Teo tardó veinte minutos porque estaba bien afilado el chisme. Se escabulló por un agujero de 2x2 metros y se metió por la tubería de desagüe ¡Cuanta mierda tuvo que aguantar! se arrastró, aguantando el tipo como un machote y terminó saliendo por Mogán en solo seis horas. Al salir fue directo a La Caja para retirar los fondos que había acumulado a nombre del alcaide, alquiló un coche y se fue a Tarajalejo, allí le mandó un wasap a Juanjo. ¿Quieres que te inscriba en el Volcano?

1 comentario:

Juanjo dijo...

Y Teo encontró la auténtica felicidad, Tarajalejo era un vergel de mujeres triatléticas... nunca había perdido la esperanza! jaja... muy buena pascual!!!