"Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de absoluta oscuridad. Peligro constante. No es seguro volver con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito".
(Ernest Shackleton en los periódicos británicos reclamando voluntarios para una expedición a la Antártida en 1914)

lunes, 10 de marzo de 2008

La crónica (de lo del sábado)


El día empezó con bastante viento, mucho viento. Yo solo pensaba en la ida del sector de bici, sufriríamos como perros (o zorros), la vuelta, claro está que era otro cantar ya que las motos de la Guardia Civil se las veían canutas para seguir el ritmo de los ciclistas.

Retrocedamos un poco, al comienzo de la historia. Para empezar yo estaba atónito porque no sabía que los zorros eran vegetarianos, yo pensaba que su dieta básica estaba compuesta de gallinas, conejos y ratones. Pues no, le dan duro al arroz con coca cola (primera sorpresa del día pues). Cuando montábamos el tinglado en boxes me invadía la tranquilidad, por dos razones seguramente, una era que Iván no estaba por allí y no iba a tener la clásica ansiedad por cogerlo, y la otra es que no se oían rugidos felinos, así que los boxes eran como un jardín de rosas con una fuente en medio. Nos metimos en el agua para calentar y el mar estaba perfecto, y yo tranquilo. Cuando se dio la salida, por mi lado había algo de superpoblación pero yo a lo mio, nadaba fetén y pasaban los metros y yo seguía nadando a tren sin sentir agobio ni cansancio (tantas horas de piscina dan sus frutos, quién lo iba a decir, yo nadando bien. Salí del agua y oí a Sole gritarme que tenía a Mateo cerca, me di un lomazo en la ducha contra el suelo y alguien me levantó como una pluma, seguí cuesta arriba y arriba vi a Mateo ¡INCREÍBLE!, y más raro aún: había más bicis en los boxes de las que estaba habituado a ver en las transiciones. Encima de la bici el vientito se notaba y mucho, me vi en un grupo de tres que se convirtió en seis y éste en doce (Mateo incluído) y este en quince por lo menos, resultado: en la ida íbamos a casi cuarenta y en la vuelta a cincuenta y cinco o más (76 de máxima), me sentía como en el Tour de Francia tras un escapado y dentro del gran pelotón. Al llegar a la transición empecé a correr y entonces me di cuenta que iba a ser un gran día porque Mateo estaba detrás de mi, porque la gente de cabeza no había acabado todavía y sobre todo porque no había visto veteranos delante de mí (siempre se escapa alguno). En cuanto a Salvi, lo vi correr pero no sabía si estaba delante o detrás de mi, pero mis dudas se despejaron cuando vi a la chica del cartel (la de la foto). El zorritus antigüensis había acabado en una peleteria por culpa de unos triatletas/cazadores desalmados que estaban pasando el fin de semana en Lanzarote. Esperemos que la especie se recupere para el Vulcano, porque si no habrá una explosión de conejos en esta isla al no tener depredador natural ¡ñosss, se me olvidaba que comía arroz!.

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