Es que esta prueba no defrauda, tiene un no se qué que la hace especial y nunca te deja indiferente, bien porque las pasas canutas o porque entras en el nirvana. Para empezar solo hay que reparar en que pernoctar con calimeros es una sobredosis de triatlón y de algo más, menos mal que mi compañero de habitación Juanjo fue modélico y dormí, por fin, a pierna suelta.
Tras la tormenta de la noche del viernes en el norte conejero parece mentira que la mañana siguiente Tinajo parecía el edén sobre la Tierra, los torrentes de agua en el monunmento al campesino dieron paso a pajaritos cantando, personas paseando a sus perros (o sus perros a ellos), familias en el porche conversando y a una tropa de gente encantada de ir a ver el Volcano Triatlón que cada vez es mejor.
Llegamos a tiempo a La Santa y lo primero que debe hacer todo triatleta es la guerra sicológica, algunos son unos ases en esta materia ¡estoy fatal, solo pude hacer 500 km esta semana!¡Estás fino tio!¡Qué!, ¿Este año para Hawaii, no? Son algunas de las puñaladas que te lanzan para que tu ego se infle y a la mínima te derrumbres, esa es la táctica Guardiola y muchos triatletas abusan de ella, tanto es así que ya nadie se pone farruco como hacía el presi en sus años gloriosos, así que Iván estaría demodé virtualmente, tendría que reciclarse con un curso intensivo. Pues eso, tras envainar las armas porque en el agua no se puede hablar, nos pusieron en la orilla en la salida más extraña que haya visto, algunos estaban en el agua, otros en tierra y otros eran rebeldes y no retrocedían a las boyas de salida. Lo más alucinante, tras en enésimo discurso inniteligible de Kenneth con su megáfono del chino, fue que al dar el bocinazo, unos treinta participantes se pusieron a correr, si correr, lo más cercano a la orilla que podían y calculo que avanzaron tanto que yo tardaría nadando cinco minutos en cogerlos. Los del otro lado se quedaron con cara de tontos. No se si eso es ilegal, pero muy normal ni ético debe ser, no deber ser muy edificante ver a alguien que complete un kilómetro a nado en cuatro minutos. En lo que a mi respecta estaba con el agua a la cintura y era más rentable nadar que intentar caminar. Nadé bien y sin pizca de ansiedad ante la marabunta. Ni un solo roce tuve en todo el recorrido, algo increíble para trescientos y pico personas metidos en una charca. Vi a algunos calimeros pero yo a lo mio. Salí bien y más aun cuando vi a Teo a unos pasos tras mi, cosa que no sirvió de mucho porque con mi proverbial parsimonia en la T1 se me fue antes de ponerme el casco, con Marcos me pasó lo mismo. En la subidita a Soo cogía al gigante de la mala suerte porque según su testimonio nada más pasarle se cayó y se volvió a aplicar al bricolaje como hace dos semanas, le llamaré Marcos McGyver porque con dos piedras intentó reparar el plato grande, que había quedado con forma de huevo tras el aterrizaje. Ese tio es mi ídolo. Cada vez que lo veo le pasa algo con la bici y sale airoso del entuerto, luego me confesó que hizo toda la bici con el plato chico. Desconocedor del percance seguí pasando gente en esa subida que siempre me gusta subir, incluso pensé que tal vez me estaba excediendo un poco y que sería mejor guardar un poco para después. Alcancé a Toñín que había nadado como un torpedo bajando a Famara, el viento de cara imponía ir con la espalda paralela al suelo. De camino a la villa ya estaba esperando ver caras conocidas y allí estaban, Teo, Jorge y Mateo los primeros. Había que dar más vatios porque iban a tope, por detrás se me acercaban el resto de calimeros y así fue que Juanjo me cogió a unos segundos de bajarnos de la bici. Estaba desolado porque ese almeriense cuando le da por remontar parece un salmón que va al desove en Alaska y yo era un pedrusco del arroyo. A correr, iba bien y pensaba darlo todo, pensé que con mucha suerte y esfuerzo podría coger a Mateo pero al final de la primera vuelta seguí de largo en el punto de giro y perdí al menos treinta segundos, que no pueden parecer mucho pero que en estas situaciones son determinantes, tanto que empecé a temer que mas que coger yo a alguien tal vez sería a la inversa. Vi como el Zorritus se lesionaba y paraba, Toñín y Marcos me dedicaban dardos sicológicos al encontrármelos de frente pero yo me hacía el loco. La última vuelta apreté para neutralizar el acoso de Saúl y se acabó, una lástima. Después a contar mentiras y a exagerarlo todo, como debe ser.