"Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de absoluta oscuridad. Peligro constante. No es seguro volver con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito".
(Ernest Shackleton en los periódicos británicos reclamando voluntarios para una expedición a la Antártida en 1914)

lunes, 25 de marzo de 2013

Planeta Kalima (Capítulo XXIV: Por un amigo se hace lo que sea)


Ves ¡Te lo dije! La carnitina es para adelgazar y no para ganar masa muscular, además viene bien para el cutis y la cutícula –Esto lo decía Iván B. mientras no despegaba sus ojos de la revista Saber vivir que había sacado de una columna de revistas con todo lo necesario para ser un buen triatleta- La frase estaba dirigida a Jorge Abajos que con cara de fastidio y entornando los ojos le respondía un “No es lo que me dijo Tito” casi estaba a punto de replicarle a Iván B. hasta que tronó desde el fondo de la habitación un “Basta ya de chorradas y vengan aquí” era Tito, Tito Dickinson, sentado en una mesa y con cara de pocos amigos, miraba de soslayo a los rockeros-triatletas y solo con la intensidad de la mirada había conseguido que viniesen prestos a sentarse a su lado. Estaba vestido con una camisa de Ralph Lauren blanca de botones abierta que mostraba sus abdominales tableta de chocolate esculpidos por la genética y kilómetros de spining, una cadena de oro del grosor de un espagueti  Nº 5 y unos pantalones Armani de corte slim. Iván y Jorge permanecieron callados unos segundos y no pensaban abrir la boca hasta que Tito les dijese algo. Tito soltó un suspiro y empezó la conversación:

Tito: Ya es hora de que traigamos a Juanjo con nosotros y no voy a esperar más -Jorge e Iván se miraron atónitos- antes del viernes santo estará con nosotros.

Jorge: ¡Pero Johnny tiene para rato en la trena!

Iván: ¡Y le quitaron el tercer grado cuando llegó tarde de un entrenamiento que hizo a Las Hermosas, pararon en Pájara y se les fue la pinza!

T.: Díganme algo que no sepa. He dicho que le vamos a traer si o si. He pensado que vamos a sacarle y se perfectamente cómo hacerlo, tu Iván te vas a disfrazar de fulana y concertarás un bis a bis con Juanjo, debajo de la faja llevas una lima y Johnny hará el resto.

Los otros dos calimas asintieron y se fueron a sus casas entusiasmados con la idea prodigiosa del productor favorito de Fuerteventura. A la mañana siguiente, temprano, estaban los tres dentro del coche de Tito, un Aston Martin como el de James Bond pero blanco y azul en honor al club de sus amores. Tito hizo la señal con un parpadeo, no hizo falta que dijese nada e Iván puso el pie a tierra, llevaba una peluca rubia espectacular, minifalda y medias de redecilla (se había depilado la noche anterior) gafas Prada que le tapaban media cara. Los tacones eran de Manolo Blahnik. Iván caminaba con soltura, sin duda producto de las prácticas en los carnavales, y alejarse unos metros a Jorge se le escapó un “Nunca había reparado en lo guapo que es”. Según el plan trazado, y dado el estado claustral de Johnny con poco contacto femenino, Iván tendría que haber estado de vuelta en cinco minutos. Pasaron diez…quince…Tito estaba impaciente y se temía lo peor, pensaba quién le habría mandado a hacer eso, con lo cómodo que estaba representando a Beyoncé y además le habían prometido ser jurado en “Tu si que vales”. Ya estaba desesperado y ve aparecer las curvas del Iván, un poco despeinado y sin resto de pintura labial.

Tito: ¿Qué te pasó?¿Por qué tardaste tanto?

Iván: Nada, entré en la zona de habitaciones bis a bi, como me habías dicho, en la 121. Estaba un poco oscuro y allí me quedé un rato. Johnny fue muy cariñoso pero me pareció que había engordado y sobre todo más alto, se ve que ha cogido kilos en la cárcel.

Tito: …Te dije que era la 211.

Mejor que no hagan puentes colgantes en Lanzarote


Otra vez el agua de Costa Teguise helada, las fulas también entre las rocas. Como el año pasado, todo era idílico, los chicos y chicas calentando el cuerpo en el agua fresquita, poco viento todavía, seguro que no sube más -pensé- todo era felicidad, risas y bromas con los coleguillas. Se dio la salida, las rocas a veinte centímetros de mi pecho y al salir del rompeolas, otra vez las olas sin romper hacían interesante la natación, estaba disfrutando a tope y no iba al cien por cien, es increíble la confianza y placer que he cogido a eso de nadar, que lo haga bien y/o rápido es otra historia. Esta vez me orienté bastante bien y se me pasó el primer segmento en un plis-plas. Al salir del agua los gritos de ánimo de los chicos de la larga eran oro puro, había que tener cuidado con el suelo que era un campo de minas. La bici la empecé desbocado y la subida inicial era fastidiosa, al llegar a la carretera hacia Arrieta metí la directa y pasaba gente. La alegría era desbordante. La subida a Tabayesco me volvió a la realidad gravitatoria, mi peso todavía lastra mis subidas, me pasaron algunos, Sito me dejó botado como una colilla a pesar de sus invitaciones a seguirle como si de paseo fuésemos, no obstante iba bien porque hice inventario al llegar a la cima y las cuentas me decían que era el tercer majorero. Las palmeras dobladas son el mejor anemómetro que existe, y las del parque eólico parecían contorsionistas, en un momento dado mi rueda delantera empezó a vibrar y, peor aún, empezó a resonar. Brevemente diré que la resonancia es un fenómeno físico sumamente interesante en el que un objeto tiene una vibración que se alimenta continuamente, de manera que su amplitud teóricamente puede llegar al infinito o hasta que el objeto se rompa, tal como le pasó al puente de Tacoma en los años cuarenta. Dicho de otra manera, perdí el control de la bici y literalmente me vi empotrado contra un coche, afortunadamente no pasó y me detuve totalmente. En mis venas había más adrenalina que sangre y bajé hasta la siguiente curva a velocidad de tortuga drogada. Me pasaron al menos cuatro majoreros, el resto de la bici lo hice desconcentrado y agarrotado pero feliz de seguir entero. El entuerto no había acabado porque al llegar a Costa Teguise me equivoqué de via y seguí hasta El Hotel Salinas y además induje a David al mismo error porque me seguía de cerca. En ese lapso me pasaron otros tres majoreros. La carrera a pie la hice a ritmo de entrenamiento post-resaca y solo quería acabar y volver a vacilar con esos máquinas que corrieron conmigo ese día.

sábado, 2 de marzo de 2013

El faro nos ilumina aunque haya GPS

Ahí estaba yo, antes de que amaneciera metiéndome en los boxes, todos como zombis, como en un mini-Yo del Ironman. El viento del sur se estaba haciendo esperar, todos esperábamos galerna y el mar estaba practicable. Me metí a "calentar" en el agua y más bien bajé un par de grados Celsius la temperatura de mi cuerpo. Por lo menos me daba tiempo de ver una colonia de erizos de los que no se ven en mi playa. Salimos del agua. Suena la bocina y había espuma por todos lados, la razón es que Marcos estaba cerca y a grandes cuerpos grandes espumeríos, yo pensé que no sólo espuma producía el gigante Marcos sino que llevaba aparejado un rebufo de campeonato, efectivamente, me coloqué detrás y me llevó en butaca, Juanma el civil pugnaba por controlar esa posición de privilegio pero desistió tras algunos forcejeos, parecíamos lemmings peleando por una cueva debajo de la nieve. Intentaba salirme del rebufo pero el placer se esfumaba y me volví adicto a los pies de Marcos. Salí del agua fresco en todos los sentidos y la transición no estuvo muy allá pero en cuanto me subí a la bici empecé un ritmo convincente que no producía muchos lactatos, el ritmo perfecto, tenía que haberlo copiado para el futuro. Pasé gente y si alguno me alcanzaba entonces le contraatacaba. Estaba rebelde. Durante un tramo parecía un deja vu del año pasado porque Brahim me cogió en Las Casitas y ese tío es atravesado en la bici. Al llegar a Tuineje me acoplé y no me desacoplé hasta llegar a los boxes, iba a tren sin cicaterías. Fue bajarme de la bici y el encanto se esfumó, mi ritmo era plomo fundido y lo que quedaba no era un camino de rosas precisamente. Empezaron a pasarme uno tras otro hasta completar el recorrido a ritmo de unos infames 5:10 los mil metros. La subida al faro es casi como una carrera dentro de la carrera, es como un cuerpo extraño en un organismo. Un alien. Es tan brutal que te hace plantearte seriamente dejar de aparentar y ponerte a caminar, la bajada también tiene miga, hay que soportar esos impactos en las rodillas como se puede. Llegados a meta mi sorpresa es que era el primero de mi grupo de edad.....yujuuuuu.