"Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de absoluta oscuridad. Peligro constante. No es seguro volver con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito".
(Ernest Shackleton en los periódicos británicos reclamando voluntarios para una expedición a la Antártida en 1914)

sábado, 2 de marzo de 2013

El faro nos ilumina aunque haya GPS

Ahí estaba yo, antes de que amaneciera metiéndome en los boxes, todos como zombis, como en un mini-Yo del Ironman. El viento del sur se estaba haciendo esperar, todos esperábamos galerna y el mar estaba practicable. Me metí a "calentar" en el agua y más bien bajé un par de grados Celsius la temperatura de mi cuerpo. Por lo menos me daba tiempo de ver una colonia de erizos de los que no se ven en mi playa. Salimos del agua. Suena la bocina y había espuma por todos lados, la razón es que Marcos estaba cerca y a grandes cuerpos grandes espumeríos, yo pensé que no sólo espuma producía el gigante Marcos sino que llevaba aparejado un rebufo de campeonato, efectivamente, me coloqué detrás y me llevó en butaca, Juanma el civil pugnaba por controlar esa posición de privilegio pero desistió tras algunos forcejeos, parecíamos lemmings peleando por una cueva debajo de la nieve. Intentaba salirme del rebufo pero el placer se esfumaba y me volví adicto a los pies de Marcos. Salí del agua fresco en todos los sentidos y la transición no estuvo muy allá pero en cuanto me subí a la bici empecé un ritmo convincente que no producía muchos lactatos, el ritmo perfecto, tenía que haberlo copiado para el futuro. Pasé gente y si alguno me alcanzaba entonces le contraatacaba. Estaba rebelde. Durante un tramo parecía un deja vu del año pasado porque Brahim me cogió en Las Casitas y ese tío es atravesado en la bici. Al llegar a Tuineje me acoplé y no me desacoplé hasta llegar a los boxes, iba a tren sin cicaterías. Fue bajarme de la bici y el encanto se esfumó, mi ritmo era plomo fundido y lo que quedaba no era un camino de rosas precisamente. Empezaron a pasarme uno tras otro hasta completar el recorrido a ritmo de unos infames 5:10 los mil metros. La subida al faro es casi como una carrera dentro de la carrera, es como un cuerpo extraño en un organismo. Un alien. Es tan brutal que te hace plantearte seriamente dejar de aparentar y ponerte a caminar, la bajada también tiene miga, hay que soportar esos impactos en las rodillas como se puede. Llegados a meta mi sorpresa es que era el primero de mi grupo de edad.....yujuuuuu.

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