Llevaba días medio depre, entrenaba por inercia, flotaba más que nadaba, me iba por carreteras que no frecuentaba para encontrar motivación y la carrera a pie parecía un paseo a pie, pero basta que aparezca algo relacionado con un Challenge o un Ironman para que se le cambie a uno el gesto, hoy por ejemplo me di cuenta que podía apuntarme a Frankfurt y también a Austria, estaba emocionado porque entraba en el Anmeldung sin problema alguno, Iván lo tenía más claro que yo pero al final no se apuntó. Tuve Frankfurt a tiro y no disparé, simplemente no era el momento de coger esa guagua, aunque tuviera unas ganas locas de darme ese viaje por Frankfurt am Main. Kärnten fue tres cuartos de lo mismo, incluso me parece más atractivo, pero tampoco quise irme por Carintia el próximo 4 de julio. Tras la experiencia de hoy Lanzarote es evidentemente the chosen one, es apabullante, tiene magia, la fecha es ideal, está aquí al lado y tengo ganas de volver y bajar mi tiempo (si puedo) después de pelearme en el agua, flipar en la bici y sufrir un poco por la avenida. Hay que ver lo rápido que uno olvida el lado malo de las cosas, uno de estos días me apuntaré para salir a las siete de la mañana el 22 de mayo próximo de la Playa Grande y mientras lo haga ni se me ocurrirá pensar en esas mañanas frías y ventosas de domingo encima de la cabra, o esas tardes grises sin siesta metido en el neopreno. Esta es la gracia, que a veces las cosas no se ciñen a la lógica ¿Cómo puede entusiasmar sufrir tanto para correr un día? lo mismo que se puede ir a Lanzarote en guagua.
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