Nada más empezar a cerrarse de nubes el cielo de Granadilla empecé a dar gracias por ese regalo de la providencia que no era otra cosa que correr un poco más fresco y con un poco menos de viento, no obstante algunas voces en los boxes se quejaban de la supuesta ventolera, será de lo poco habituados que están al fenómeno porque en Fuerteventura aprenderían que lo de el día de la carrera era una chuminada veraniega, pero voy a ir al grano y no convertir esto en un parte meteorológico. Desde el mediodía la cosa prometía, en la mesa del bar donde comimos Cándido se soltó y nos contó un chiste recién salido de su sesera que tenía como protagonistas a una vieja, dos tíos, una piña de millo y dos dedos de mantequilla (les dejo que combinen esos elementos y se lo imaginen porque es irreproducible en un blog como éste). Tras el cortado nos fuimos a la habitación a ver como Cadel Evans se llevaba su primer Tour de France a costa de los pusilánimes hermanos luxemburgueses, de verdad que creo que se lo tienen merecido. Me fui para los boxes que parecían sacados de la más delirante pesadilla malthusiana, a saber, en nuestra tierra se le llama hacinamiento. Mi bici tocaba a sus dos vecinas, rectifico, mi manillar estaba metido entre los radios de la vecina y la del otro lado amenazaba con llevarse por delante mi casco si yo no salía antes del agua, en algún momento pensé en anudar el casco al manillar pero la idea de perder un precioso tiempo de más con mi vecino farmacéutico me enfermaba. Cuando nos colocaron para la salida, que se me hizo eternidad, me di cuenta que estaba en una posición más que conservadora, es decir, alejado de la boya y en la retaguardia, sin duda mi subconsciente no quería repetir el episodio de angustia acuática del Ironman, pensé que venía a divertirme y que más daba tener unos segundos de más en el parcial. Esto, evidentemente, trajo sus consecuencias, efectivamente nadé suelto y sin interferencias pero sin ningún nadador que me permitiera hacer drafting por delante lo que penalizaba mi velocidad, además no tenía precisamente mi mejor día, se podría decir que tuve una mala natación, pero eso fue lo que elegí, así que no iba a reprocharme nada, en definitiva dieciséis minutitos en el agua lastraron el resto de la prueba. No sabía el parcial de agua y por eso estaba de buen humor, cogí en un plis plas mi Vitus de veintiun años recién cumplidos y a dar pedal que esto parecía El Tour, gente por todos lados y la puñetera subidita inicial que pone los ventrículos a 200. El primer calimero que me tropecé fue Marcos en el momento de terminar la pendiente, me percaté que a mi lado estaba el gran Bienve del Costa Teguise y no nos separamos en toda la carrera, fuimos a relevo vivo y no paramos de apañar a lo largo y ancho de la carretera hasta que formamos, junto a la peña, un grupo de lo menos veinte triatletas de todos los colores, en el camino de ida me di cuenta que Jorge iba delante, luego Rayco, Iván, etc. pero en la bajadita cogí al Zorritus que perdía velocidad porque estaba algo grueso y ya parecía un lobo, se nota que elegir el color de las paredes y encalar muros dejan su efecto en la cintura, no obstante vendió muy cara su piel y luchó como el que más para evitar ser adelantado, algo que no ocurrió hasta que nos bajamos de la bici. Me conmovió tanto despliegue. A la vuelta veníamos a relevo algunos del grupo y otros no podían o no querían, no me gusta decirle a nadie lo que tiene que hacer durante la carrera porque estaba permitido chupar rueda y cada uno corre según sus intereses y posibilidades, tal como el Andy Schleck que sermoneó a Cadel Evans porque no tiraba del grupo perseguidor de Contador subiendo el Alpe D’Huez, aún así teníamos buen ritmo, estar dentro de un grupo grande con viento en contra es como tomarte un te en la campiña inglesa, el esfuerzo mayor es disolver el azúcar. Nos bajamos de la bici cuando casi atropello a una mujer que cruzaba la calle (emoción 100%) en un periquete estaba con las zapatillas sobre los adoquines y el speaker que tronaba, la carrera a pie era de trazado nuevo y no estaba mal. Me veo a Jorge, Mateo, Rayco e Iván de frente (el neo-padre estaba bajando el pistón pero no se me ocurría la loca idea de cogerle en un sprint) al llevar unos 2 km de galope vi delante al exbalocentista y cuando llegué a su altura la emoción no me dejó articular palabra y me salió un trilladísimo ¡Vamos! Era la primera vez que le adelantaba en la cortísima distancia y tenía que ser en este momento porque ha tenido que darse la coyuntura de dar biberones a esas horas donde reina la teletienda y los horóscopos de teléfonos 906 ofrecen amor y empleo junto a limpiar culitos por un tubo a la hora de Sálvame para que llegase esta epopeya. La venganza no atiende a atenuantes y menos en el triatlón. La última vuelta apreté lo que pude para que no me cogieran el Bienve y el semilobo y hasta esprinté porque un chaval quería quitarme el puesto. En cuanto llegue a la isla larga me pasaré por la farmacia a comprar lo que sea, unos palillos de algodón, una crema hidratante para pieles secas o unos tranquimanises para convidar al vendedor. Hay que saber ganar. La nota negativa de la jornada fue la lesión de Juan Pedro, nada más verle en los boxes al llegar supe que algo no cuadraba, esperemos que no sea nada serio y lo veamos pronto dando caña. Para acabar pueden ver en la imagen una muestra del más laureado cuarto segmento del triatlón canario, en ella se ve a los chicos del club confraternizando con los rivales mientras recuperan carbohidratos de cadena larga para la próxima carrera, porque el presi es para el triatlón lo que Karpov para el ajedrez, ya tiene en mente cuatro jugadas por delante (y para el cuarto segmento sería Messi).
1 comentario:
Para ti.. ganarle al Presi no tiene precio.. lo prefieres al podium.. jajaja. Suma y siguee..!
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