Lo primero que ves cuando sales a la calle en Puerto del Carmen el día de un Ironman son los centenares de personas que caminan en medio de la penumbra hacia los boxes con bolsas blancas que ponen "warm up" en una mano y un inflador en la otra. En completo silencio, parecían zombis. Menos mal que dormí aceptablemente en la víspera, deben ser las tablas porque un buen porcentaje de los participantes no habrán pegado ojo, solo había que verles la cara de pasmo. El tiempo voló desde que llegué a mi bici en los boxes y como era la primera vez que llevaba el GPS en la muñeca en una prueba sabía la hora sin preguntar a nadie. El día pintaba condiciones inmejorables y así fue, poco viento y poco calor, perfecto. El tiempo se me fue y solo me dio tiempo de bajar a la playa y mojarme, nada de calentar, este detalle no me gustaba pero no era importante porque ya tendría tiempo de calentar. Me coloqué por el exterior porque no quería muchos golpes, pero nada es gratis, si en la salida quieres nadar tranquilo el precio son algunos minutos a añadir al crono porque hay que abrirse en las corcheras. Hiperventilando sonó la bocina, pulsé el start del reloj y tardé 1:15 en tocar el agua, fue la salida más limpia de todas mis participaciones en esta carrera y también la más lenta porque había casi 30 metros entre la primera boya y yo al llegar al giro, y ya saben la fórmula de que el perímetro de una circunferencia es proporcional a la distancia a la boya, o sea, nadan más los de afuera que los de adentro. Iba tranquilo y la primera vuelta se me fue volando, vuelta que fue de 100 metros más que el año pasado y que descontado ese exceso la hice dos minutos más lenta, al final de la segunda vuelta tenía 8 minutos más que el año pasado a esas alturas. Mal rollo, se torcía un poco el bajar de las once horas. A la carpa y una amable voluntaria a ponerme crema solar en todas partes, casi plastones de isdin15 en las extremidades y a subirme en mi cabra, seguía con calma, casi demasiado y al empezar a rodar como siempre se formó un macropelotón interminable hasta Uga, bendigo la paciencia de los conductores de Lanzarote que con resignación eran retenidos en los cruces por los guardias. Los jueces estaban obligados a hacer la vista gorda ante tanto chuparruedismo o de otra forma habrían descalificado a quinentos. Me encontré con Pacote y vacilamos un rato, la bajada a Los Hervideros fue fulgurante y se estiró el pelotón. Vi al primero de frente y ya me llevaba la tira de ventaja. Nada de cansancio y a 33 de media, como unas castañuelas estaba recobrando el buen humor aunque por experiencia eso sube y baja como la bolsa (úlimamente baja más que sube). Este año vi por primera vez como le sacaba un juez una tarjeta negra a un participante, iba un grupo delante de mi y el descaro era tan grande que si no llega a sacarla denuncio al juez. Tenía que llegar y llegó en la subida a Teguise, la primera minicrisis, se me fue la concentración y veia como me pasaba más gente de la que yo lograba adelantar, uno de ellos fue Juanjo que me pasó de forma inmisericorde cantando "Yo no soy una loba, no, yo no voy a quitártelo..." tras el mazazo me estabilicé en la subida a Los Valles que no se por qué siempre la subo bien, la más dura y la que más me gusta. La subida tras Haría me soltó un gancho al mentón y ya me estaba cabreando, menos mal que la bajada a Arrieta me recompuso y el llano a Tahíche lo pasé casi dignamente aunque me imaginaba que Cándido debía estar cerca, efectivamente me alcanzó subiendo y nada más verlo aceleré para no perder comba, increíblemente le saqué unos segundos preciosos, fueron los últimos cuarenta kilómetros los que hice a una media de velocidad mayor ¿Significa eso que me estaba reservando? Tal vez, tal vez me arriesgue a sacar peores resultados pero la sensación de dejar algo para el final es reconfortante. Me bajo de la bici y fue ponerme las zapatillas y la gorra y correr los primeros kilómetros con ritmo fresco, primera vez que puedo constatar mi ritmo y progresivamente pasé de los 4:30 hasta los cinco y pico en la segunda vuelta. No tuve ninguna crisis profunda en carrera a pie pero tuve muchas minicrisis porque esta vez cometí errores de principiante, dado que la bebida isotónica no la podía pasar me apliqué desenfrenadamente a la coca cola y eso me daba subidones y sus posteriores bajonazos además de que bebía demasiado por no hablar de que me estaba desionizando a toda velocidad, ya temía por los calambres si no comía algo salado pronto. A mitad de la carrera a pie bajar mi record en la prueba era una utopia así que acudí al plan B que consistía en evitar que me pasase Cándido que lo tenía a un palmo tras de mi. Teo y Juanjo estaban muy lejos, sobre todo Juanjo que parecía un etíope corriendo. Ortega corría como un niño con su juguete el día de Reyes, estaba flipando, era su primer Ironman en su tercera carrera, este chico está más loco que yo. En la última vuelta vi a Teo sentado con un pajarón, al verme le entraron ganas de correr porque a la vuelta ya no estaba allí donde le dejé. Juanma corría a ritmo constante a pesar de su rodilla y Pacote luchaba contra los elementos para salir a flote. 11:33 mi tiempo en meta, no estaba para tirar cohetes, en términos relativos es un 7,2 (10 sería el ganador) lejos del 8,5 del año pasado pero he de reconocer que si me divertí, como un loco sin atar, que es lo que realmente cuenta, las cifras son secundarias. No quiero acabar estas líneas sin agradecer enormemente a todas las personas que me han dado ánimos y que perdonan mi nivel de paranoia o frikismo que me permiten vivir este tipo de cosas.
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