"Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de absoluta oscuridad. Peligro constante. No es seguro volver con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito".
(Ernest Shackleton en los periódicos británicos reclamando voluntarios para una expedición a la Antártida en 1914)

domingo, 22 de mayo de 2011

Un día In crescendo


Todo comenzó algo torcido, adecuado para eliminar la acumulación de mala suerte, como si fuese un alud de nieve tras una copiosa nevada, ya saben que los guardabosques tiran cartuchos de dinamita a las cumbres nevadas para evitar aludes peligrosos, pues yo decidí romper un tornillo de la tija del sillín y clavarme tres púas de erizo en la mano para evitar que me pasara algo el día siguiente...y funcionó.

Ya desde que nos fuimos a la arena a eso de las seis y media de la mañana se notaba el ambiente cargado de tensión, para empezar la gente quería a toda costa ponerse delante, así que había overbooking tras el arco verde, había silbidos, palmas y gritos de emoción, todo desembocó en otro bocinazo, y la mente concentrada en ese primer paso del día, y luego un ligero trote y a mojarse y a empezar a bracear y...empezar a cobrar. La batalla de la primera boya fue digna de Leónidas y sus 300 guerreros, los primeros cien metros no pude nadar y me empecé a impacientar porque yo quería nadar y no dar sopapos. Me dieron dos veces en la cara y en una tuve que recolocarme las gafas porque se me inundaron, me enganché con uno como si fuésemos cosacos bailando aunque no llegó a más, no fue así en el caso de Teo que me contó que uno le mordió en el tobillo y le dejó marcadas las paletas como si fuese una res. Pasada la primera boya supuse que todo se normalizaría pero era una simple apariencia porque siempre estuve encerrado entre cachalotes dispuestos a no ceder ni un palmo, con tres tios que no me dejaban pasar y dos por detrás que querían pasarme por encima. Entre batalla y batalla y algún amago de crisis de ansiedad tuve que recurrir al autocontrol para conseguir mantener el ritmo, algo que se empezó a producir como a mitad de la primera vuelta, a partir de allí sentí que la adrenalina vertida en mi sangre había tensionado los músculos y tardé un rato en relajarme y pensar en nadar. Primera vuelta: 29' 52”, no daba crédito a lo que veían mis ojos, tres minutos mejor que el año pasado, eso me relajó y me hizo alcanzar la hora y un minuto, tiempo estratosférico para mi. Mi moral estaba por las nubes, la transición sin sobresaltos me llevó en un plis plas a la bici con ritmo contenido y yendo a más, sentía que no estaba al 100% pero no iba mal del todo, los kilómetros pasaban rápido (cosas de la experiencia) y me topé con la cabeza de carrera bajando para el golfo (mejor que en el 2010) no había visto a ningún majorero todavía pero suponía que no estarían lejos. En Timanfaya caían gotitas y hacía fresquito además de todo el cielo cubierto, nada mal comparado con calor y sol justiciero. Ritmo de crucero hasta la subida a Teguise en que tuve mi primera minicrisis, perdí la concentración y me pasaron algunos ciclistas, nada grave por el momento, me recuperé y pasé bien la subida a Los Valles, donde me encontré con José Tavio que parecía fundido, la subidita de los aerogeneradores fue dura con el viento en contra pero nada imposible de superar, bajada con cuidado a Haría y vuelta a subir al mirador del Rio. El llano desde Arrieta hasta Tahiche era un horno, como siempre, y la última parte de la bici ya me estaba aburriendo, tenía ganas de correr y acabar. La jugada tonta de la semana fue que me cai de la bici justo en la línea de desmonte en el arco de meta, la speaker me dio ánimos y yo a lo mio como si no hubiese pasado nada. Comencé la carrera a tren sin muchos excesos y lo mantuve gran parte de la carrera, es más creo que corrí bastante bien porque ni en los espeluznantes 20 a 25 km tuve ningún bajonazo terrible, es decir, valió la pena entrenar tanta carrera a pie o bien tuve suerte y comí y bebí bien, por cierto, no podía comer porque mi boca no segregaba saliva y sobreviví a base de geles y energy drink. La última vuelta me emparejé con un colega que iba a mi ritmo y lo tomé como liebre improvisada, corrí de forma alegre y desde la subida de la heladería hasta meta corrí como si fuese una serie donde adelanté a un puñado de corredores, estaba exultante por esos 11:08, mi mejor marca en un Ironman. En lo que respecta a los calimeros, vi a Jorge (o lo que quedaba de él porque parecía un cristo) con una ventaja brutal, a Iván B. le llevaría unos diez minutos y poco más a Marcos y Teo que se estaba saliendo y al final fue finisher, algo que no olvidará en su vida. Marcos consiguió un tiempo alucinante y todos los habitantes de la habitación 214 fuimos felices esa noche del día 21.

5 comentarios:

Hullones dijo...

¡Felicidades león!
Muy buena carrera.

Pascual Velázquez dijo...

Gracias por los ánimos, durante la carrera te dan fuerzas para seguir

Teófilo Sánchez dijo...

Muchas gracias amigo! Tu compañía,consejos y ánimos.. son parte de mi logro! Felicidades por tu super carrera! A por otra mejora mas! Sigue asi!

Juanjo dijo...

Felicidades... sois un ejemplo a seguir! enhorabuena!!!!!

Toño dijo...

Otro pa la saca puntal, eres un crak.Un abrazo..