Triatlón con recorrido de ensueño, duro, decentemente organizado y apalizado por parte de los calimeros. Así se podría resumir el fin de semana triatlético, falta claro está lo imposible de resumir que son las barbaridades que llegan a tus tímpanos de parte de los calimas, que se dan intensamente en situaciones de aislamiento, se desatan los chicos y muestran todo su potencial juerguístico y de deformación de la realidad. Vamos por partes. Para empezar el agua estaba helada, tanto que pensé en que era verdad lo que dicen los científicos que dicen que el agua del mar que pasa por Canarias tiene su mínimo anual de temperatura en este mes ¡Y se trataba de un calentamiento! Para algo sirve la ciencia, y también para dar clases en el instituto, que no es poca cosa. El agua estaba cristalina, la arena, los pejeverdes y las rocas del fondo se agradecían. Salimos a la arena e hicimos un minuto de silencio en honor de Manuel Carreño, el dorsal Nº 25 que no estaba entre nosotros. Aplauso unánime. Suena la bocina. No hay golpes, no hay barullo, los problemas venían del fondo del mar, a los pocos metros de avance veias como las rocas estaban a un palmo de tu cara y no exagero, de hecho roce un par de veces con mi mano alguna de esas moles de la escollera. De repente olas, salimos del malecón y el atlántico rugía. La primera boya no se veía y yo seguía a los de adelante. Giro. No se ve la segunda boya, sigo a los que siguen a otros. Veo a Teo y a Juanma. Pájara entera estaba allí. Cuando me doy cuenta, entre el despiste y la corriente brutal estoy a la altura de un sitio muy lejano. Nadé muy bien, en serio, pero más distancia que el resto. La segunda vuelta fue calcada de la primera, uno no sabe que pasa con el mar a ciencia cierta, el mar es así. Salí del agua y en los boxes estaba Teo, Juanma y Brahim. Salgo con la bici sin mucho estrés y al poco me pasa Teo como una bala, estaba concentrado y serio. Veo a Mateo casi parado, a punto de retirarse. La ida a Orzola era entretenida y asquerosilla por el viento en contra. Juanjo me pasó sin piedad haciendo alardes de ir sobrado porque me soltó un par de chistes en diez segundos, se agradecen esos detalles porque te hunden la daga en el costado pero disfrutas mientras tanto. Es un figura. Me gustaba el paisaje, era territorio virgen para mi bici. El ritmo no era bueno. Pronto tendrían que aparecer los primeros, efectivamente ahí estaban y un poco más atrás Jorge, Teo, etc. Mi ritmo empezó a decaer a la vuelta y me percaté de que sería un día largo de verdad. La subida a Tabayesco era preciosa y dura. Un calvario. Los avituallamientos estaban muy separados unos de otros y casi no había comida así que el que se dejó las barritas en casa las habrá pasado canutas o se habrá parado a comer tuneras con cochinilla de Mala. Al llegar a la cumbre el paisaje me sonaba pero al revés, el viento era brutal y bajando a los valles la rueda delantera resonaba como el puente de Tacoma antes de caerse. Cándido debía estar al caer y efectivamente a diez de meta me alcanzó pero un despiste del veterano más las ganas de no dejarme coger me hicieron llegar antes a la T2. Al bajarme de la bici me dice una juez que me pusiera un chip, miro a mi pierna y no estaba la banda amarilla, me lo había dejado con el neopreno y no me había dado cuenta. A correr a ver si podía arreglar el estropicio. Viendo las ventajas era casi imposible así que me dediqué a disfrutar de la carrera y ver como Juanjo se merendaba a todo quisque para ponerse a tiro de los 925 puntos, porque los mil eran de Jorge. Pizzas, helados y bebida a la llegada para mi cuerpo maltrecho. Y solo quedan dos meses para el Ironman, habrá que currar duro todo todo.
1 comentario:
Estas que te sales Teo.
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