La semana ha sido dura, muy dura. Ya me lo esperaba, estaba con fondo rojo en mi hoja xls, lo peor es que las dos próximas también lo están. Estos siete últimos días entrené la friolera (a mí me impresiona) de 25 horas, nunca lo había hecho hasta ahora y nunca pensé que haría algo así, fíjense que el año pasado nunca me aventuré más allá de las 12 horas. A lo largo de 410 km en la bici, 17,2 nadando y 59 km corriendo me dio tiempo para pensar en lo duro que es esto. Cuando deje el triatlón me dedicaré a jugar a la bola (petanca para los no canarios), glorioso deporte que puedes practicar con una cerveza en la mano y dándole vueltas a una chuleta en un asador, eso es vida. Todo esto lo escribo porque hace solo un par de horas que dejé de correr y tengo las piernas como de madera de caoba, pero yo me conozco y pasadas las 24 horas de descando el cuerpo me pide acción. Puede que sea adicción que tengo a las endorfinas que produzco al entrenar, puede que sea solo psicológico, la cuestión es que siempre volvemos a machacarnos.
En lo que respecta a Roth, ya tengo los billetes de avión. Voy y vengo por Múnich, Aeropuerto Franz Josef Strauss, insigne político democristiano bávaro apodado El León de Baviera. Es increíble pero hay leones por todos lados. Aparte del León, en Roth estaremos Luis, Juan Morón y un servidor partiéndonos el lomo con una multitud de triatletas de 44 países. Estoy convencido que correr allí hará que valga la pena pasar todas esas semanas rojas.
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