es más o menos lo que siento ahora, que voy a una auténtica fiesta, colofón de 30 semanas rellenadas con 380 km de piscina, 7500 km de carretera y 1250 km de camino de tierra, todo aderezado con viento, frío, calor, madrugadas mientras otros dormían, rodar mientras otros hacían la digestión y exponer al sol la piel más que un marinero. Debo estar convirtiéndome en un estoicista ultra, casi un masoca, porque ya lo estoy echando de menos ahora que entreno un tercio de lo de semanas atrás. Una vez pasada la parte mala, queda lo bueno y vaya que lo es. Mañana cojo el ferry, recojo dorsal, cruzo los dedos para sacarme el cannondale en el sorteo, pasta party, dormir, nadar un poquito en la Playa Grande, facturar bici, preparar las bolsas de colores, intentar dormir, sonido de despertador con los ojos como huevos fritos, neopreno y a gozarrrrr. Ya les contaré cómo me fue.
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