Cuando crucé la meta tenía una sensación agridulce, por fín había acabado, hacía una hora había jurado como cinco o seis veces por mi madre que no volvería a hacerlo. El siguiente pensamiento fue de pesar porque había acabado. Así es este deporte, y sin embargo le quiero. Voy a contarles lo que pasó para que se hagan una idea de este torbellino de pasiones que es hacer un Ironman.
Toda la semana anterior no conseguí dormir nunca más de tres horas seguidas y eso que me considero una persona aceptablemente tranquila, los otros calimeros estaban tres cuartos de lo mismo y las inevitables conversaciones 100% IM durante las cuarenta y ocho horas antes del pistoletazo no hacían sino acrecentar el estado de semihisteria, de forma casi reverberante, eso trajo como consecuencia que mi mente estaba saturada de tanta matraca y dijera basta, así que en la madrugada del sábado estaba más tranquilo que un bebé reciencomido en su cuna. El despertador lo puse para las 4:45 y a las 4:25 miré a ver si todavía funcionaba el aparato, decidí que ya estaba bien de tanto colchón y me vestí en un periquete, bajé al buffet y desayuné con el monstruo de Bienvenido del Club Playa Grande, nos lo pasamos fetén y tenía tiempo de sobra pero preferí coger las bolsas y caminar los cien metros para respirar el ambiente de los boxes y tras comprobar el estado de la cabra voladora me dediqué a charlar con el vecino de boxes, un alemán muy simpático. En la tienda me puse el neopreno y con Luis no fuimos a la playa a tocar el agua. El ambiente era genial y nada estresante, parecía una romería con trajes típicos de foca. Mis planes eran ir por el exterior de la masa humana al girar las boyas pero toda la peña pensó lo mismo y todos estaban colocados en cola de a tres pegados a la derecha, el lado izquierdo estaba libre y pensé que era hora se ser valiente y salir a pelear por un lugar en el mar. Tras cantar el cumpleaños feliz de uno de los chicos que iban a correr sonó el pistoletazo y tardé unos quince segundos en empezar a caminar, luego trotar y luego correr, la entrada no era muy amenazante, había espacio por doquier. Nadaba a buen ritmo y tranquilo y faltando treinta metros para la primera boya el asunto empezó a comprimirse y me vi dando mamporros a todos mis vecinos para que me dejaran nadar, alguien me tenía sollados los pies con su pulsómetro y otro que usaba escarpines me rasuraba la cara de vez en cuando, y lo que nunca me había ocurrido en el agua, uno me dio una patada en mis partes nobles. Nadé todo el tiempo cerca de las corcheras y eso tiene sus desventajas, no dejé de tener trifulcas durante todo el segmento excepto, increíblemente, a eso de los 1200 m toda la gente se alejó de las boyas y me dejó un pasillo de diez metros para nadar a gusto, el líder del grupo se dio cuenta del despilfarro de metros y vinieron a por mí. Otra vez golpes y patadas. No obstante tengo que decir que nunca estuve nervioso, ya tengo ciertas tablas encima y mis 77 kg sirven para algo. Si en mi primer año de triatleta hubiese nadado en esas condiciones yo seguramente me hubiese ahogado, al salir del agua me duché mientras me quitaba la goma, me embadurnaron de ISDIN 15 y salí corriendo a por la cabra, los boxes eran tan largos que las calas están hechas un cristo. Dicen las reglas que no está permitido el drafting en un IM, la realidad dice que durante veinte kilómetros podían haber sacado fácilmente unas 500 tarjetas negras por formar pelotones. El día prometía, estaba nublado y fresco, con poco viento, hasta que yo estaba en Timanfaya no despejó algo y eso me encantaba. La parte de Los Hervideros me gustó mucho y siempre estuve cómodo, ya se sabe, la bici hay que correrla con cabeza más que con las piernas. La anécdota del día fue que a los pocos kilómetros de la bici me di cuenta que el acople derecho solo se sujetaba por uno de los tornillos y milagrosamente no se caía gracias al velcro del portabidones, estuve acojonado los 180 km porque si se rompía esa pieza se acababa mi carrera allí mismo, la solución era presionarla con mi antebrazo, es decir, estaba condenado a estar acoplado todo el rato para no abandonar. Comí en todos los avituallamientos y no había dos bidones de energy drink con igual concentración, unos bidones parecían agua destilada con colorante y otros parecían agua del mar muerto con marea roja, la comida fue una auténtica lotería durante toda la carrera. Hasta Famara era territorio conocido, estaba como en mi casa, a partir de allí, lo desconocido, como un viaje de Star Trek. Según el perfil de la etapa se acercaba lo bueno y por lo tanto era hora de bromear con la gente para relajar las preocupaciones. La subida a Los Valles resultó dura pero peor me pareció después de Haría, por donde el parque eólico y también en el Mirador del Río. La bajada era virada y desde Arrieta y Mala hasta Nazaret había una llanura tórrida, en el cruce al final de la subidita Iván me sacó fotos y me dijo que tenía a Luis a 23 minutos y Agustín a 16, para mí fantástico. Le pregunté por Cándido y no me dijo nada, lógico, a los dos kilómetros me pasó como un tren de cercanías. A partir de allí pasé un bache serio, no por culpa del Sr. Naranjo sino porque la carretera era realmente indigna de un IM y principalmente porque vi un cartel que ponía km 175 y yo me las prometía felices, cuando en realidad estuve rodando cerca de una hora para llegar a meta, ese mal rato estuve desconcertado y cabreado a la vez, las piernas bien, gracias. En la segunda transición me volvieron a embadurnar y salí zumbando mejor de lo que yo me imaginaba, pasé por el arco de meta cuando el reloj decía 07:59:51, es decir, ya dependía solo de mí el conseguir mi objetivo, bajar de las 12 horas, siempre y cuando repitiese mi actuación de Roth en los 42 km del postre (mi única referencia hasta ahora). En la primera vuelta me sentía fantástico, levitaba, mis piernas me devolvían los piropos que les lanzaba y además Iván no paraba de animarme y sacarme fotos, el presi parecía mi personal trainer, a los 6 o 7 km pasé a Cándido mientras Iván nos proponía que nos besáramos. Seguí corriendo y comía y bebía por puro convencimiento, era una tortura para mí beber esos brebajes y comer esos plátanos precocinados que nos daban. Si me hubiese dejado llevar por mis sensaciones me hubiese deshidratado, así que el marcador era ya cuerpo 1 vs. mente 1. El reloj de la meta me fue muy útil, así supe que como hice la primera vuelta en 51 minutos, tenía mi objetivo en el bote, si nada fallaba, claro. La segunda vuelta en 56 minutos, la cosa marchaba. Hasta el km 20 de la maratón no había sufrido mucho, todo el sufrimiento se concentró en las siguientes cinco mil zancadas. El bajonazo fue tremendo pero por suerte me recuperé y afortunadamente no volvió más el hombre del mazo, Iván iba y venía con su bici animando al personal, igual de impagables fueron todos majoreros, también El León que estaba que se salía de ganas de correr y las otras personas del mundillo que me conocían que sería imposible de relacionar sin olvidarme de alguno. La última vuelta fue un paseo triunfal, antes de llegar a meta le dejé la gorra al León, me atusé el pelo para salir bien en la foto y entré bajo el arco a 11:49:49. Me sobraron 10:11, mi dorsal era el 1011. Kenneth me puso la medalla y fui a recuperarme, Agustín estaba con suero por su manía de exprimirse al máximo y Luis estaba comiendo. Me hicieron un masaje celestial y al ver mis parciales me sentía exultante, bajé mi natación cinco minutos y mi maratón en diez, la bici subió inevitablemente por el perfil, antes de ir a buscar la bici ya me estaba planteando si vendría en el 2010. ¿No es algo de locos?
3 comentarios:
Felicidades león!
Me ha encantado la crónica.
Espero verte en el 2010.
Gracias León, ahora toca desintoxicación de LD por un tiempo
Grande Pascual grande, auguri!!!!
Publicar un comentario