Diversión en estado puro. Once horas y veintiocho minutos de estado de gracia. Me cuesta creer que durante buena parte de la primera vuelta de bici, mientras no paraba de llover a 14 ºC yo no paraba de reir y vacilar con la gente. No es que no tuviera frío, que lo tenía y mucho, tanto que los dedos de mis pies no obedecían a mi cerebro para que se movieran, sino que me lo estaba pasando bomba. Pero vamos a ir por orden.
A las cuatro de la mañana empecé a oir gotas de agua en la autocaravana. ¡joder! pensé. No me cogía de sorpresa porque estaba cantado que iba a llover el trece de julio, era un suceso de probabilidad 100%. A las cinco, ya de día, Luis asomó su cabecita tras la cortinita de su cubil y nos miramos. Todos en pié. Por la ventana, el cielo gris espeso y las gotitas en plan cortina que llegaba a los alpes. No tenía ni un solo nervio fuera de su sitio, la cosa empezaba bien, ¡además logré dormir!, deshicimos mi camita que trastocó en mesa para desayunar y en cosa de media hora estábamos camino de Hilpolstein. Mi única duda, que casi lo hago, y no es broma, es si iba o no a los boxes con el neopreno puesto. Pensé que si lo hacía parecería un globero y me abstuve, aunque la realidad era que mogollón de gente iba con la goma puesta hasta la cintura. Ya en el puente sobre el Main-Danau Kanal se veía un gentío acojonante y a los polizei cortando el tráfico. Se oía el speaker y la musiquita de Rocky a las seis de la mañana. Al aparecer el tinglado entre la maleza el espectáculo era grandioso, entre el gentío, las bicis y la salida de los pros el speaker se volvía loco gritando en alemán corriente y a veces en inglés. Me fui directo hacia el 2335 y me encontré con El León y me dijo que estaba mosqueado porque habíamos entrenado todo el año con sol + calor + viento y el día de la carrera va y se pone a llover con frío de condimento, yo le dije una cita de la peli Gladiator que puse en un post hace unos días que "Si veis verdes prados bañados por el sol es que habéis petado y teneis una pájara de campeonato". No sé el porqué pero yo estaba de buen humor. Me fui a la tienda y venga el neopreno, charla aquí y allá con los españoles y algún guiri, risita va, risita viene con el León y Morón. Luis ya había salido a las 7:00. a las 7:25 vamos todos los gorros verdes para el agua y estaba tibia comparado con el aire. Me sentía como en una bañera con agua turbia y gente por todos lados. Llevaba el Polar solo para saber el momento del disparo que se daba cada cinco minutos con precisión alemana. Sonó el cañonazo y todo el mundo a nadar, a ritmo ciertamente lento, tanto que parecía que estaba calentando en la playa. Yo pensaba "Qué más da perder aquí cinco minutos si afuera no para de llover", nadé a ritmo constante y antes de llegar al giro ya habíamos cogido algún gorro morado, no había ni manotazos ni ahogaduras, cada uno en su sitio y no sentí cansancio ya que efectivamente hice el peor tiempo en el agua de los majoreros (1 h 15 min), pero tenía las fuerzas intactas y con un humor a prueba de agua. La transición la hice a ritmo muy lento porque la carpa parecía una sauna y porque sí. Al subirme en la bici me di cuenta de lo que iba a venir. Frío. Gracias a que el día antes de la prueba me compré una camisa térmica y un chubasquero. Esa ropa me salvó la temporada, así de simple. Empecé a coger ritmillo pero las piernas no calentaban, no tenía ni idea de como responderían después, el pecho y los brazos a salvo gracias a la ropa de estreno y la cabeza bien ya que el casco es cerrado a tope. No me saltaba un avituallamiento, primero era wasser, luego bananen, luego iso, etc. La bebida isotónica era de sabor asqueroso pero era lo que había compadre, así que a beber. Estuve con la sonrisa en la cara los primeros 60 km, y pensé que era mejor no coger mucha euforia porque la cosa no había hecho nada más que empezar. Al llegar al Solarberg, todo lo que había oído al respecto se quedaba corto o yo no lo había captado bien. El gentío animaba gritando y se apartaba para que los ciclistas pasaran. Flipaba. Al empezar la segunda vuelta empecé a sentir que las piernas se me trasmutaban de músculo y hueso a madera de caoba, pero por suerte dejó de llover. Los toboganes se sucedían y venga a comer y ver gente animando. Paré a hacer pis unas tres veces y en la última me pasó Morón. En el km 160 vi al León en la cuneta haciendo no se qué y le saludé, pensé que me cogería pero no fue así. Al llegar a la segunda transición me espabilé un poco más y salí pronto corriendo con una sensación general magnífica. Estaba contento y no había pinchado. Empezaba una cuesta durilla entre el bosque que fue donde me vio Arantza y me sacó la foto. La dicha duró poco, empezó a llover otra vez, y duro. Había fango en algunas zonas. Comía y bebía en todos y cada uno de los avituallamientos, tuve suerte porque probé los pastelitos de arroz y los elegí como la comida del día. Tenían buen sabor y eran de arroz, poco sospechosos de causar indigestión y a veces los alternaba con las bananen. Corría a gusto hasta el km 26 donde me vino un bajonazo que tardé un buen rato en superar a base de beber coca cola y los kekes de arroz. Me recuperé y seguí, pero el ritmo inicial era cosa del pasado, había que acostumbrarse a sufrir hasta el final. Pensé "Ni se te ocurra caminar", me prometí sobre todo porque pensaba que si lo hacía pasaría aún más frío y esa idea me daba pánico, no caminé, así que sufriendo pero corriendo, sin parar nada más que para beber porque corría hasta comiendo (lentamente hasta disolverlos en la boca, como un feldene) los kekes. La pista de regreso al lado del canal se me hizo eterna y me topé con el km 40 donde me dió el segundo bajonazo pero que fue más efímero y mucho menos dañino porque en los últimos 200 m esprinté para salir bien en la foto. ¿Qué más se puede pedir?
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